Hubo también música que sobrevivió a los campos de concentración nazis.
«Mientras puedas cantar y componer y lo tengas en mente, y el oficial de las SS no sepa lo que tienes en mente, eres libre».
La frase no es extraída de un filme. Es una de las narraciones de sobrevivientes de los campos de concentración nazis que no solo salvaron sus cuerpos sino además su música.
Es resultado junto a otras, numerosas historias que recopiló por cerca de 30 años el pianista y profesor de música italiano Francesco Lotoro.
«Ha estado buscando y resucitando la música de los muertos» según uno de sus entrevistadores en su pequeño pueblo en Italia.
Lotoro pudo encontrar miles de canciones, sinfonías y óperas escritas en campos de concentración nazis en Alemania y en otros lugares durante la Segunda Guerra Mundial.
Él declaró recientemente que con su investigación destinada a encontrar obras escritas en prisión quiere llenar un espacio vacío en la historia musical de Europa.
Lllegó además a una conclusión: Los horrores del Holocausto no pudieron suprimir la inspiración artística.
«Querían dejar un testamento; nos dejan la música»
Desde que comenzó su búsqueda en 1991 la convicción de Lotoro se reafirmó hasta la decisión de mostrar al mundo cómo la tenue y moribunda música eludió las cámaras de gas.
Tiene innumerables ejemplos de lo imposible que es quebrar el espíritu humano cuando este es fuerte.
Ya mostró públicamente la copia de la música de Rudolf Karel, un compositor checo encarcelado por los nazis por ayudar a la resistencia en Praga. La exhibió en una tienda de música en Roma, el 22 de febrero de 2007.
Karel escribió sus composiciones en papel higiénico antes de morir de disentería en el campo de Terezin.
Letoro informó en diversas entrevistas que ha concedido que reunió 4.000 piezas, partituras originales y copias de composiciones, «algunas garabateadas en trozos de papel e incluso papel de periódico».
«Querían dejar un testamento; nos dejan la música».
Lotoro cree que cada vez que un ser humano es deportado y encarcelado o confinado, nace la música. Hay niños que han heredado todo el material de papel de sus padres sobrevivientes del campo de concentración.
El polaco Waldemar Kropinski explicó a Lotoro cómo su padre dejó su propia música en los siete meses prisionero de los nazis hasta la muerte.
Escribió cientos de piezas musicales durante sus cuatro años de prisión, en Auschwitz y más tarde en Buchenwald, incluyendo tangos, valses, canciones de amor, incluso una ópera en dos partes.
Campos de concentración: De las tinieblas a la música
Jozef Kropinski compuso la mayoría de sus obras por la noche, a la luz de las velas, en una pequeña habitación que los nazis llamaban diabólicamente un laboratorio de patología.
Así su inspiración surgió entre cuerpos desmembrados. Son recuerdos de angustia que la música ha hecho resistibles.
En abril de 1945 cuando los ejércitos aliados se aproximaban a Buchenbald, Kropinski se las arregló para contrabandear su violín junto a cientos de sus piezas musicales. Era su música de los muertos
Se sabe que la música es vida. Los supervivientes que la dejaron como legado probaron que incluso siendo muerte la música aún puede rescatar la vida.
Una de las piezas de Jozef Kropinski se titula «Fantasía» y fue escrita en 1942 En el mismo año de 1942, escribió «Renuncia».
Lotoro ya ha presentado ejemplos de la música que ha descubierto en Toronto, Jerusalén y en una sala de conciertos en Sao Paulo, Brasil.
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